Hace
poco tuve la oportunidad de ver Audrie y Daisy, un documental de Netflix que
versa sobre dos casos específicos de abuso sexual a menores de edad. El
documental analiza la relación que guardan las redes sociales y plataformas
digitales con este tipo de historias. Es un fenómeno complejo pues implica factores
sociológicos como la educación familiar influenciada por la cultura machista y
los roles de género. Sin embargo, no puede negarse que la industria del
entretenimiento y principalmente la pornografía, tienen mucho que ver en el
tema.
Desde tiempos inmemorables se estigmatiza a la mujer con
etiquetas como “zorra”, “fácil” sólo por no seguir el comportamiento de la
mujer modelo, iniciado desde las religiones abrahámicas con Eva –la mujer
ejemplar y sumisa, que aún así es juzgada y castigada por Dios al comer “el
fruto prohibido”– hasta modelos de mujeres virginales, serviciales, recatadas y
sumisas reproducidas en la publicidad de los años 50’s. Si bien este concepto pudiera
parecer anticuado ha cambiado un poco en relación a la mujer con el hogar, no
ha logrado impactar en el ámbito de la sexualidad.
La industria pornográfica resulta ser
un gran factor en lo que se llama la cultura de la violación. Cada año hay
alrededor de 28 millones de visitas en sitios pornográficos teniendo más
visitas al mes que Netflix, Amazon y Twitter juntos.
Dentro de las categorías más populares
en la pornografía se encuentran las felaciones obligadas. Además, en las
filmaciones, las actrices son degradadas y golpeadas, mientras que el actor se
comporta de manera misógina y machista.
Le siguen categorías donde el argumento
versa sobre la violación, el incesto y las grabaciones ocultas.
Estudios revelan que un aproximado de
la mitad de todo el contenido pornográfico en línea incluye algún tipo de
violencia contra la mujer.
Pero hay otro tema en esta singular
industria en el que debe prestarse atención, y es la explotación
de un concepto como el de Lolita para la promoción
de fantasías sexuales con menores de edad. “Teen” (adolescente) es la etiqueta
más buscada en la pornografía por internet. Las actrices se visten como niñas, colegialas y fingen
ser infantiles e inocentes.
Esto es demasiado delicado. Hoy en día
la pornografía se ha vuelto una herramienta de “educación sexual” por
excelencia para adolescentes y adultos. La mayoría de las escuelas no cuentan
con buenos programas de educación y salud sexual, pues están limitados por
discursos moralistas.
La pornografía es totalmente accesible
a cualquiera que tenga acceso a internet. Buscar la palabra “porno” en Google
arroja cerca de 1,720 millones de
resultados en 0.31 segundos y cada una de las páginas presentadas llevan la
palabra ‘gratis’ incluída. Esto significa que no hay ningún tipo de
restricción, ni de edad ni económica para consumir este tipo de contenidos
El
internet y su accesibilidad han provocado que sea casi imposible regular el
contenido que aparece en la web y controlar el perfil de los consumidores, es
fácil decir que tienes 18 años, cuando en realidad tienes 14.
Por otro lado, es preocupante que la cosificación de la
mujer, comportamientos machistas, sexting, hostigamiento y violencia sexual, también
sea el argumento principal de películas para adolescentes (Mean Girls, Bring It
On, Grease, Easy A, Super Cool, etc) que reproducen ciertos estereotipos que
llegan a ser tóxicos pero aspiracionales para los jóvenes.
Es hora de convertirnos en consumidores
conscientes, responsables y críticos. ¿qué tanto se puede hacer por la mujer
cuando en el entretenimiento sigue siendo un juguete a placer del hombre?.
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