Por Mary Jo Izquierdo
¿Cómo
comenzar a describir a Otis Milburn? Tímido, inteligente, decente y experto en
educación sexual, aunque esto último no le agrade del todo. Creo que estas son
buenas y extrañas características en un protagonista de un drama adolescente;
además de ser un buen inicio para esta crítica dedicada a Sex Education, segunda temporada.
Comencemos por los detalles más
elementales, como el hecho de que es una producción de Netflix, una que, personalmente, esperaba con ciertas ansias. Los
que ya vieron la primera parte, que justo salió hace un año, entenderán lo que
quiero decir, es demasiado injusto tener que esperar otro año para continuar
con una de las series más vistas de la plataforma de Streaming.
Quienes no la hayan visto, déjenme
decirles que… está bien, ya que, como su nombre lo indica (junto con su
clasificación), no es algo que te puedas sentar a ver con tus hijos de 9 años.
Ni tampoco que sea del agrado de todos, porque, sinceramente, ¿a quién le gusta
saber lo que sus hijos adolescentes pueden estar haciendo en la escuela? O peor,
entender lo que ellos piensan sobre el “S-E-X-O” (es que así lo dice la doctora
Milburn, mamá de Otis, en el trailer de esta temporada).
Grosso
modo, ya te dije de que va la trama si es que no la conocías, tú decides si
seguir leyendo a partir de aquí, tranquilo, seré muy cuidadosa en cuanto a los spoilers, porque “quien a hierro mata, a
hierro muere” y yo odio que me cuenten detalles de libros o series, me entran
unas ganas homicidas que no te cuento. Volviendo al tema, Otis es un estudiante
poco social, con un único amigo, una madre que es terapeuta sexual… oh, por
cierto, también es virgen.
Su vida cambia cuando entra en
escena Maeve Wiley, otra rechazada social, pero esta vez por voluntad propia,
quien le propone que, ya que sabe tanto de sexo, podrían abrir una “clínica”,
en la que cobren por sus valiosos consejos sexuales, así se ayudarían ellos y a
los “inútiles que no saben nada de lo único que piensan en todo el día” (si no
lo dijo así, debió, porque vamos, tienen 16). Lo que los negocios unieron, no
lo separe una horda de adolescentes hormonales.
En mi cabeza eso funciona, en la
serie… deberás verla, porque si bien, la primera temporada me deja con
esperanza, la segunda me la arrebata de golpe, aunque de una manera muy bien
lograda: no lloré, ¿quise arrancar cabezas?, por supuesto que sí, pero, aguante
como las grandes. Sin embargo, las emociones están, cuando todo empieza a
marchar bien, luego se va por el drenaje y te quedas solo y sin ilusiones,
justo como la pubertad.
Asa Butterfield hace un estupendo trabajo, le da a
Otis sus características, crees en su papel, incluso en la parte recién
estrenada, te hace pensar que, si le das una cachetada, se puede romper. Mientras
que Emma Mackey hace lo mismo con Maeve, la admiras y sientes empatía con ella
casi al instante, sabes que ella es diferente y la actriz busca representarlo,
pero lo mejor de todo, es que se siente bien en su piel.
Lo que me agrada de esta serie es
que todos tienen sus demonios, los ridiculizan a través del sexo, pero no de la
manera morboso, sino en la que logras entender muchas cosas, incluso le
comentaron a Emma que a las madres les ha ayudado a hablar de sexo con sus
hijos; y es que no tiene nada de malo, prepararlos para que, si les sucede algo
como lo de la serie, puedan comprenderlo y no recurrir a un negocio
clandestino.
Y las referencias que tuvo esta
temporada a la película “Chicas pesadas” (Mean
girls), porque si quieres que tu hijo/a, vea lo crueles que pueden ser los
adolescentes, deben ver ese filme, que podría ser de culto en la cultura pop.
Yo la cambiaría, sin dudar, por Sex Education, porque pasas un rato agradable y
con algo que es completamente natural, aunque debes de tener la mente abierta
para aceptarlo y no satanizarlo, o cosas peores.
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